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LUCIÉRNAGAS EN EL CIELO

11 septiembre 2014

Polonnaruwa, Sri Lanka

El vuelo UL 582 de Sri Lankan salió de Roma antes del anochecer y aterrizó en Colombo minutos antes de que despuntara el alba. La conveniencia de viajar de noche tiene la contrapartida de que nos perdemos todo el espectáculo que sucede a 10.000 metros bajo nuestros pies. Pero la noche se hizo para soñar, y poco a poco voy sintiendo cómo las luces que vamos dejando abajo me llaman, desafiantes… Yo me conformo con jugar a reconocerlas y sacarlas bruscamente de ese descaro que les confiere el anonimato:
«Todo ese conglomerado de luces que dan al mar seguidos por una fina línea tiene la cara del delta del Nilo, o aquella negrura extensa salpicada de destellos aislados podrían ser aldeas desperdigadas por el misterioso desierto arábigo, ¡y mira ahora! esta forma tan característica de isla-ciudad tiene que ser Malé, puerta de entrada a las Maldivas …» No es tanto por el frikismo casi patológico de jugar a reconocer luces y sombras, ni de creerse orientado a lo largo y ancho del planeta, no -es decir: sí- pero sobre todo cada elucubración se trae consigo un sueño de viaje, pasado o futuro; cada vez que me asomo por la ventanilla, me imagino a mí mismo dejándome caer en ese punto exacto y cómo serían entonces mis infinitas vidas allí y ahora; cada luz no es una luz, sino la farola de una solitaria calle de Beirut, la lámpara de la sala de estar de una familia siria, una mezquita saudí iluminada entre los rezos o el fiestón de un resort de las Seychelles… ¡qué importa! El caso es que cuando vuelo a través del mundo por la noche, al igual que Sabina, imagino todas las vidas que nunca seré… aunque quizás «nunca» es demasiado… ya que si hace cuatro años no hubiera sobrevolado Sri Lanka en el vuelo Thiruvananthapuram – Kuala Lumpur, ahora mismo probablemente no estaría viendo acercarse a gran velocidad todas las luces de Colombo.

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De puro distraido

5 May 2013

Lido hoje num parque do Porto (Portugal)…

«Nunca se consideró un exiliado político. Había abandonado su tierra por un extraño impulso que se fraguó en tres etapas. La primera, cuando lo abordaron sucesivamente cuatro mendigos en la Avenida. La segunda, cuando un ministro usó la palabra Paz en la televisión e inmediatamente comenzó a temblarle el párpado derecho. La tercera, cuando entró a la iglesia de su barrio y vio que un Cristo (no el más rezado y colmado de cirios sino otro alicaído, de una nave lateral) lloraba como un bendito.

Quizá pensó que si se quedaba en su país se iba a desesperar a corto plazo y él bien sabía que no estaba hecho para la desesperación sino para el vagabundeo, la independencia, el modestísimo disfrute. Le gustaba la gente pero no se encadenaba. Se entretenía con el paisaje pero al final se empalagaba de tanto verde y añoraba el hollín de las ciudades. Saboreaba las tensiones metropolitanas pero llegaba un día en que se sentía cercado por los imponentes bloques de cemento.

Así como había vagado por las calles y los caminos de su tierra, empezó a vagar por los países, las fronteras y los mares. Era terriblemente distraído. A menudo no sabía en qué ciudad se encontraba, pero no por eso se decidía a preguntar. Simplemente seguía caminando y, en todo caso, si se equivocaba, no le importaba salir del error. Si precisaba algo, ya fuera para comer o para dormir, disponía de cuatro idiomas para buscarlo y siempre había alguien que lo comprendía. En el peor de los casos, le quedaba el esperanto de los gestos.

Viajaba en ferrocarril o en autobús, pero normalmente lograba que lo recogieran en algún auto o camión. Inspiraba confianza. La gente le creía las cosas más absurdas, y no se equivocaba, porque todo en él era un poco absurdo. Por lo común andaba solo, y era lógico, ya que ningún hombre ni, menos aún, ninguna mujer, habría sido capaz de soportar tanta incuria y tanto desorden.

Cuando pasaba por una frontera, mostraba el pasaporte con un gesto displicente o mecánico, pero inmediatamente se olvidaba de qué frontera se trataba. Permanecía poco tiempo en el centro de las ciudades. Prefería los barrios marginales, donde se llevaba bien con los niños y los perros.

A veces surgía algún detalle que le servía de orientación. Pero no siempre. Una mañana se halló junto a un canal y creyó que estaba en Venecia, pero era Brujas. Confundir el Sena con el Rhin, y viceversa, le ocurrió por lo menos en tres ocasiones. No llevaba brújula sino que se orientaba por el sol, pero cuando le tocaban días tormentosos, de cielo oscuro, no tenía la menor idea de dónde quedaba el norte. Y eso tampoco lo afectaba, ya que no tenía preferencia por ninguno de los puntos cardinales.

Cierto mediodía se enteró de que caminaba por Helsinki porque vio una cabina telefónica que decía Puhelin. Era uno de sus escasos datos sobre Finlandia. Otro día sintió un alarmante tirón de hambre en el estómago y extrajo de su morral un poco de queso; cuando masticaba con fruición advirtió que se había recostado a una columna que le trajo el recuerdo de las de mármol pentélico que había visto en alguna foto del Partenón, y claro, a partir de esa asociación se dio cuenta de que efectivamente estaba en la Acrópolis. Sí, era terriblemente distraído. En otra ocasión nevaba y para protegerse del frío se metió en las galerías comerciales del moderno subsuelo de Les Halles. Cuando, un semestre después, emergió de otras galerías subterráneas en pleno centro de Estocolmo, se alegró sinceramente de que ya no nevara.

De vez en cuando iba a los aeropuertos, pero casi nunca viajaba en avión, entre otras cosas porque después de presentarse en el mostrador correspondiente y despachar su liviano equipaje, se iba a la terraza a ver cómo despegaban y aterrizaban las grandes aeronaves y no prestaba la menor atención a los altavoces, que repetían su nombre con insistencia.

En cierta ocasión, sin embargo, y vaya a saber por qué extraño mecanismo, permaneció junto a la puerta de embarque y subió confiadamente al avión con los demás pasajeros. Cuando llegó a destino y mostró su pasaporte, tan displicentemente como de costumbre, un funcionario de emigración lo miró con atención y le dijo: «Venga conmigo.» Él lo siguió mansamente por un corredor desierto. Cuando llegaron a una puerta con un letrero Prohibido el paso, el funcionario la abrió y lo conminó a entrar. Así lo hizo, desprevenido. Pensó acercarse a una mesa que había en el centro de la habitación, pero de improviso no vio nada. Alguien, desde atrás, le había colocado una capucha. Sólo entonces comprendió que, de puro distraído, se encontraba de nuevo en su patria.»

Mario Benedetti

Geografias

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Imagina…

4 febrero 2013

… que cierras los ojos,  agarras una bola del mundo y comienzas a darle vueltas y más vueltas hasta que en un momento casual, o causal, apoyas con firmeza tu dedo índice sobre un punto en concreto del globo. Imagina que de repente te desplazas hasta ese país, que empiezas a  conocer  gente, que al poco tiempo comienzas a diferenciar su gastronomía, a impregnarte de su cultura, a chapurrear su lengua, a hacer amigos, a crear y a compartir…  que pasas unos meses increíbles e inesperados y que al cruzar de nuevo sus fronteras, te vas con un recuerdo imborrable en el corazón y habiendo dejado huella en tus círculos más próximos…

Esa fantasía que podría ocurrirnos en cualquier país del mundo,  se me aparecía cada vez que me enfrentaba a un mapa, a la pantalla de salidas de una terminal internacional, o a un buen libro de viajes; soñaba un día con hacerla realidad, ¡tenía que haber una manera de intentar reproducirla! Y no era sólo la fantasía, era una mera cuestión de coherencia: desde siempre pensé, y en el anterior viaje de 3 años alrededor del globo confirmé, que cualquier país sobre la Tierra tenía un infinito potencial  que ofrecer si estábamos dispuestos a abrirnos adecuadamente, que cualquier cultura era digna de ser vivida, y sobre todo, que en cualquier país había personas que estaban esperando ser conocidas. Ahora bien, ¿por qué casi siempre viajamos a los mismos lugares? ¿Por qué en estos años ya no suena raro que la gente se vaya de vacaciones a Tailandia o a Egipto, pero raramente oímos a alguien que vaya a la República Centroafricana o a Kazajstán?

Evidentemente, está la cuestión económica, la oferta de vuelos a Bangkok o a El Cairo es significativamente mayor que a Bangui o Astana, de acuerdo, pero ahora bien, imaginemos que la oferta fuera similar en todo el mundo, ¿quién elegiría ir a Bangui o a Port Moresby? ¿quién,  con sólo uno o dos meses de vacaciones,  optaría por Teherán, Luanda o Bogotá? ¿Acaso no hay gente en Irán, Angola o Colombia que merezca la pena ser conocida? ¿Cual es el verdadero problema entonces?

A nivel personal, me pareció que estaba demasiado condicionado por mis preferencias personales como para elegir «libremente» mi destino, demasiado influenciado por años leyendo libros, atlas y blogs de viajes como para que la decisión  fuese tan arbitraria como a mí me gustaría. Porque si estaba tan convencido de que cualquier país podía resultar una experiencia tan gratificante y que la diferencia principal radicaba en nosotros mismos y en cómo viviéramos cada día de viaje… ¿cómo darle la oportunidad a los países más desfavorecidos en la «lista de candidatos»?

En eso pensaba algunas frías noches de invierno, rodeado por pilas de apuntes, en la casa del Pirineo donde pasé los últimos meses preparando el examen MIR, el 2 de febrero era el examen, a partir de entonces tenía 2 meses libres y muchas ganas de regresar a los caminos, podía ser un momento tan propicio como cualquier otro para poner en práctica todos estos pensamientos.

Todo se desarrolló de una manera muy rápida y fluida, hablando un día con uno de mis amigos más locos, la conversación surgió espontánea, le dije que lo que me apetecía probar esta vez era tener un billete de avión elegido por alguien al azar y desconocer el destino hasta que llegara al aeropuerto, a los pocos días me llamó:  «- ¿todavía te interesa esa idea? he encontrado una oferta».

Le dije que sí.

Mi vuelo es en tres días, paradero desconocido…

 

 

mundo

 

 

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La vida en la montaña

4 febrero 2013

Post que escribirá ese mismo Adrián del futuro (quien espero venga bien motivado y trabajador) sobre los 4 meses que pasé viviendo en un pueblo del Pirineo aragonés, preparando el examen MIR. Intenso reencuentro con unas montañas muy especiales en mi vida, y con la medicina y la vida de estudiante.
Próximamente en sus pantallas…

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El regreso

4 febrero 2013

Después de este parón en todos los sentidos, regreso al blog dejándole deberes al Adrián del futuro…

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XIII Jornadas de Viajes y Aventuras

11 noviembre 2012
De Escritorio
De Escritorio

Tal y como finalicé el último post :

“Un viaje se hace siempre tres veces: una primera en sueños, en la imaginación, sobre los mapas. Una segunda a lo largo de las carreteras, en viejos autobuses, en estaciones esperando hipotéticos trenes, en albergues polvorientos y en radiantes bosques. Y finalmente una tercera e interminable vez en el recuerdo, en la presencia de instantes que continuarán indefinidamente y que nada ni nadie podrán nunca borrar”

Elisabeth Foch, L’échappée indienne

… Y la Asociación Trotamundos Aragoneses ha querido invitarme a compartir este Viaje con todxs vosotrxs en sus XIII Jornadas de Viajes y Aventuras. Pasaremos una tarde divertida, conociendo nuevos lugares y recordando otros muchos que seguro conocéis muy bien, habrá crónicas, reflexiones, fotografías, puesta en común y todo lo que queramos crear. Será el Lunes 12 de noviembre a las 7 de la tarde en el Salón de Actos de la CAI (Paseo de la Independencia, 10, Zaragoza) y la entrada será gratis hasta completar aforo.

Os espero a todxs para viajar juntxs en esta tercera e inolvidable fase de los viajes.

Fuerte abrazo,

Adrián

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La última frontera

10 septiembre 2012

Zaragoza, Aragón, España

La constancia nunca fue una de mis virtudes, pero sí la tozudez. Recién llegado de una nueva escapada europea que me permite aterrizar en España de una manera más suave, voy a intentar publicar las últimas entregas de un Viaje que bien merece un respeto y un cariño.

De P’al sur

El último clic del ratón sobre la casilla «aceptar» había cambiado toda mi percepción y mi filosofía de viaje. Hasta ese momento no me había querido percatar de que acababa de hacerme enemigo del calendario, desde entonces una fecha resonaba en mi cabeza como un mantra: 18 de julio, y aunque hacía logrados esfuerzos por ignorarlo, siempre hallaba la manera de atacarme en los momentos más vulnerables… No, no es cierto, tú fiel seguidor del blog ya sabes que a veces me gustan los melodramatismos… si de algo estaba seguro en el momento de comprarme el vuelo es que nada era seguro, ese billete de vuelta acababa de convertirse en una posibilidad real, una opción de salida, que llegado el momento podría elegir entre tomarla o rechazarla, y confiaba en que conforme la fecha se acercara sabría identificar qué era lo que realmente quería.

De P’al sur

En ese tiempo me sentía abundante en muchas cosas, pero no en dinero precisamente, y aunque el precio de ese vuelo Cancún-Madrid sólo era de 110 euros tampoco quería malgastarlos, creo que de una manera inconsciente estaba seguro de lo que hacía, y el hecho de haberlo comprado ya indicaba unas ganas de cambio. Las razones eran muchas y variadas, y las resumiré como algo en mí que me decía que ya estaba satisfecho con los difusos objetivos que pobremente me había marcado al inicio del viaje, también que a lo largo de éste había aprendido mucho y había adquirido varias y buenas rutinas, algunas iniciativas interesantes también, y que necesitaba un lugar estable donde poder llevarlas a la práctica.

De P’al sur

El truco para consumar el regreso consistía en mantenerme alejado de un mapa del continente americano, porque sabía perfectamente que ese contorno de curvas y rectas y valles y ríos y montes y pueblos y aventura e incertidumbre me excitaría como el primer día, y mientras quedara tierra por delante seguiría caminando sin plantearme el regreso, salvo quizás, que siguiendo las caprichosas formas de los continentes un día me volvieran a traer a la tierra en que nací.

De P’al sur

El caso es que quería intentarlo, y cuando por fin quise tomar el asunto en serio, me di cuenta de que me separaban de mi aeropuerto 9 días, más de 2.000 km por carreteras mexicanas que quería recorrer íntegramente en autostop y varios proyectos por hacer… ¿de verdad quería tomar ese vuelo? Dicen que en estos casos, una vez se da el primer paso ya se ha conseguido media empresa, y una mañana de lunes conseguí sacar el pie de Tepoztlan, un pueblo maravilloso que tan bien me había tratado, dirección sureste, atravesando pequeñas y milenarias rutas por los estados de Morelos, Puebla y Oaxaca.

De P’al sur

Este último no quería perdérmelo, ahí no daría concesiones, su capital, Oaxaca de Juárez, es una ciudad con fondo de tradición y forma colonial, decorada con artesanías de todo tipo y aliñada con una de las gastronomías más exóticas y deliciosas que hasta entonces había probado, donde curiosos turistas de todo el mundo se camuflan entre estudiantes nacionales, la cultura rezuma por entre los adoquines del pavimento, la rebelión se esconde tras las esquinas, huele a mole y a frutas, a chocolate y a tlayudas… huele a antigüedad.

De P’al sur
De P’al sur
De P’al sur

Aunque cada familia tiene su propia vida económica, todas en conjunto participan en el «tequio», trabajos colectivos destinados al beneficio de la comunidad. Este trabajo comunal, gratuito y obligatorio asegura los lazos de cooperación comunitaria […]

De P’al sur

Perdón por el flashazo, estaba oscuro…

LLegar al salón de clases era un verdadero martirio. Los golpes del profesor caían inclementes sobre aquel chamaco que se atrevía a pronunciar palabras en mixteco…

De P’al sur
De P’al sur

Me habría quedado en el estado durante más tiempo, me habría quedado a vivir, puede que lo haga un día, me pareció que la ciudad me invitó a ello. Pero no ese día, para ese entonces ya tenía otros planes y al tercer día huí, discretamente de noche, compinchado con un intempestivo atole con tamales que me dio fuerzas para empezar camino; se supone que lo iba a hacer todo en autostop, pero como se me había metido en mi cabeza aragonesa que quería cruzar la Sierra Madre hasta el estado atlántico de Veracruz, decidí tomar un bus que me sacara de la ciudad y me avanzara parte del camino; el destino tiene un humor fino, porque con las primeras cuestas el autobús se descompuso y el autostop fue comunitario atravesando en grupo los valles donde nació y vivió el admirado Benito Juárez.

De P’al sur

Fue una jornada larga, pesada e inolvidable, decenas de coches me llevaron de pueblo en pueblo atravesando la montaña; y en escasas horas pasé de un reconfortante café a tres mil metros de altura a un pozol fresquito para combatir el calor pegajoso de los trópicos veracruzanos. A mí paso por Tuxtepec me topé frente a frente con «La Bestia», ahí estaba vieja y sucia, estacionada en una olvidada estación, inofensiva y mansa… me estremecí y la imaginé en plena actividad (para saber más sobre los abusos y extorsiones a indocumentados a bordo de este famoso tren de carga, recomiendo leer esta reciente entrevista a Alejandro Solalinde o el reportaje de Jon Sistiaga).

De P’al sur

LLegué a Villahermosa, estado de Tabasco, pasada la medianoche, habiendo pasado un huracán que derribó palmeras sobre la carretera y pasando las últimas horas a ritmo del traqueteo de la vieja camioneta de Toño e Itzel, vendedores ambulantes que querían llegar a tiempo para montar su puestito de ropa usada antes del amanecer, curiosas y encantadoras personas con los que compartimos historias, tacos, risas y mucho más de lo que daría de sí un viaje ordinario por la costa tabasqueña.

De P’al sur

La siguiente etapa era hasta Mérida, en Yucatán, allí me esperaban Tábata, Gibrán y Germán, pero de nuevo no llegaría hasta la medianoche. Fue otra jornada larga, marcada por el fuerte calor y las largas esperas a pleno sol a los costados de la ruta, atravesé toda la zona extractora de petróleo, área de violación oceánica y principal fuente de riqueza nacional en uno de los estados más deprimidos del país. El sol apretaba sin piedad, el área industrial de Ciudad del Carmen era interminable, y como suele pasar habitualmente en las situaciones despesperantes, un milagroso autobús de pasajeros que pese a sus pintas y su edad, milagrosamente seguía siendo capaz de rodar, me invitó a subir a bordo, «aventón de autobús, esta todavía no me había pasado» me dormí pensando mientras mis huesos seguían dando botes y más botes… -¿Es suya una mochila grande roja? me despertó ya de noche un adolescente disfrazado de militar, -¿eh? uhhhhh, sí, le contesté, todavía dormido. A partir de ahí comenzó el festival: pasaporte, de dónde viene, a dónde va, quién es, a qué dedica el tiempo libre… me pidió que le acompañara, y al bajar del autobús descubrí que cuatro armas me estaban encañonando, que mi mochila había sido vacíada completamente, y que otros dos lelos estaban inspeccionando minuciosamente mi bolsita donde cargaba el mate… no me lo podía creer, y lo más gracioso es que no estaban de joda, que la cosa iba en serio. Para hacer corta la historia, os contaré que primero tuve que reconocerme públicamente y bajo amenaza como consumidor de yerba mate, después sacar toda la parafernalia y dar unas lecciones magistrales sobre en qué consistía este infortunado habito, luego jurar y perjurar que existían lejanas tierras donde eso era legal y popular, y que hasta en el mero México podía conseguirse de importación (sólo Taragüy, desgraciadamente, para quitarme el mono), y que si tenían pensado retenerme ahí por mucho más tiempo, ya puestos, calentamos agua, hacemos corro y nos cebamos unos matesitos… «otro dia será, señor, hoy estamos de servicio, puede continuar su camino», probablemente el sugerente aroma no les terminó de convencer…

De P’al sur
De P’al sur

«Y por fin llegué a Mérida tras dos días completos de viaje, desde que ayer salí de Oaxaca. Los diferentes estados de la República se escurren bajo mis pies: Oaxaca, Veracruz, Tabasco, Campeche, Yucatán… y cada vez que cruzo uno de ellos siento que me voy acercando más y más a mi objetivo, y también que en cada uno de ellos voy perdiendo algo… algo a lo que todavía no puedo ponerle nombre: ¿libertad?, ¿juventud?, ¿nomadismo? Es la 1 de la madrugada del día 14 de julio, me quedan cuatro días de lo que todo esto fue, miro hacia atrás en lugar de hacia adelante cada vez más a menudo, y las imágenes se superponen vertiginosamente.
Ahora espero a Tábata en una de las pocas taquerías que aún quedan abiertas, varios jóvenes de mi edad charlan animadamente en una de las lenguas mayas, de la calle llega la música de banda y las prostitutas ya ocuparon sus puestos por toda la avenida. Mérida está muy viva a estas alturas de la noche. Algún tipo de energía ha emanado siempre esta ciudad hacia mí que, sin saber nada de ella me lleva atrayendo muchos años; apenas tendré tiempo para conocerla esta vez, como ya ocurrió con el resto de lugares recorridos a la carrera, pero espero disfrutar de los dos días que aquí pasaré como si fueran los últimos» -escribí en mi cuaderno al llegar por fin a la capital yucateca.

De P’al sur
De P’al sur
De P’al sur

¿Qué decir de la hospitalidad de mis amigos anfitriones? espectacular, eran conocidos de un amigo y me trataron como a su hermano: buenas charlas, visitas a la familia, excursiones a ruinas mayas, degustación gastronómica… pero yo había llegado a Yucatán dispuesto a concederme un viejo capricho desde que años atrás leyera el post del gran bloguero Ignacio Izquierdo…

Vámonos de excursión al inframundo… ¿quién se apunta?
Podría ponerme a explicar qué es eso de los cenotes, pero comparando las descripciones con el bueno de Ignacio, no le llegaría ni a la altura de las aletas, así que con su permiso -tácito- copiaré aquí unas palabras que él publicó, aunque lo que os recomiendo es que toméis 5 minutos para leer su entrada aquí):


» […]No busquen ríos en la península de Yucatán. No existen. Ya se lo podrían haber explicado al bueno de Mel Gibson cuando se marcó uno con su cascada y todo en su Apocalypto (que la película mola y todo, pero luego vamos nosotros y nos quejamos cuando el amigo Tom Cruise nos mezcla las Fallas con Semana Santa o pone los San Fermines en Sevilla). Nada. No hay. Bueno, miento un poquito. No hay en su superficie. Todo se debe al tipo de roca de la que está hecha toda la península, que no es otra que caliza. Esto que seguro que se lo puede explicar mucho mejor un geólogo hace que el agua se filtre. Ya puedes echar cubos y cubos de agua, regarlo y darle con la manguera. El agua desaparecerá bajo tus pies. Sin embargo, Yucatán está llena de vegetación. ¿De que se alimenta? ¿Donde está el agua? Salvando algún que otro cenagal y lago con el agua estanca la respuesta es obvia. Si no está arriba estará abajo. Elemental, querido Watson. Toda la península de Yucatán es un enorme queso Gruyer, en cuyos subsuelos circulan todo un complejísimo sistema de ríos subterráneos. Tanto que el más largo del mundo, el Sac Actún, con más de 150 kilómetros de longitud se encuentra allí. O lo mismo hay alguno más largo, que a día de hoy se sigue investigando esta red de agua a muchos niveles. La roca caliza, no es de los materiales más resistentes del mundo. Poco a poco se va erosionando creando cavernas y cavidades bajo tierra. Y algunas de esas cavidades llegan a ser tan débiles que se acaban derrumbando sobre si mismas creando un acceso al mundo subterráneo. He aquí un cenote. Y sí, como muchos estaréis pensando, he pasado cuatro párrafos para llegar a la conclusión de que es un agujero en el suelo. Cómo siempre y con lo que me gusta a mi enrollarme, vamos a retroceder muchos muchos años. Así a voz de pronto milenio más, milenio menos, unos 65 millones de años. Por aquel entonces la tierra estaba dominada por dinosaurios, os podéis imaginar la fiesta que tenían montada. Entonces llegó, sin ser invitado, un asteroide de 10 kilómetros de diámetro que impactó en algún punto del Caribe. Justamente en el mar al Norte de la península de Yucatán. La que se montó allí fue buena. Megatsunamis acompañados de una nube de polvo, cenizas y vapor. Trozos de tierra que salían disparados por los cielos para reentrar en la atmósfera como cuerpos incandescentes quemando gran parte de la superficie en forma de incendios globales. A esto le añadimos terremotos y erupciones volcánicas, que acabó con la tierra cubierta de polvo y partículas durante unos diez años. Toda la vida en la tierra tendría que redifinirse. Bye bye amigos dinosaurios. Fue bonito mientras duró. Este pepinazo que hizo temblar el suelo, acabo por romper en muchas muchísimas partes el suelo calizo. Haciendo que la península del Yucatán quedara como un colador. Había aparecido una de las zonas del mundo más ricas en cenotes. Y aunque aparecen y desaparecen, ahora mismo se calcula que debe haber entre siete y ocho mil cenotes por esta zona. Una zona llena de selva y llena de agujeros, os podréis imaginar la de cenotes que se han descubierto por accidente o buscando a algún desaparecido, pero sea como fuera, ese complejo sistema subterraneo de agua filtrada tiene una característica especial. Claridad. Dispuesta a ser nadada… y buceada. La pecera más pura que puedas imaginarte. Para que os hagáis una idea, en una zona de muy buena claridad en mar se tiene una visibilidad de unos 40 metros (yo nunca lo he visto, mi máxico está por 30-35 metros). Los cenotes tienen 200. [.. ]»

Y vi cenotes, de todo tipo, vaya que si los vi: cenotes azules, verdes, negros, cenotes pegados a ruinas mayas, en plena naturaleza, en plena ciudad, cenotes con saltos vertiginosos para entrar, con escaleras aún más vertiginosas para salir, fríos, calientes, templados, solitarios, superpoblados, con iguanas, peces, cocodrilos; y ahí vino mi regalo de despedida, no sólo los vi, sino que también los buceé, me metí en sus entrañas, penetré sus capas de agua dulce y salada, sus cambios de temperatura, de visibilidad, el psicotrópico mundo de Tim Burton se abría ante mí: tétricas formas, sombras y colores explorados con la ayuda de una botella de oxígeno, vistos a través de una máscara y alumbrado con una linterna… al cabo de varios días pude reconocer que satisfice mi curiosidad cenotil, y más me valía, porque ya no había tiempo para más.

(Fotos dedicadas para Pip, que me pidió hace cosa de dos meses… )

De P’al sur
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Cualquier parecido con una cara de miedo, es pura coincidencia

 

De P’al sur
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Un día antes de mi partida, llegué al Caribe, punto y aparte de un Viaje fascinante, que a partir de este día reviviré una y otra vez en el recuerdo, imágenes, sonidos, sentimientos aleatorios, parásitos, que invadirán mi realidad una y otra vez, mientras voy preparando nuevas aventuras que narrar en este blog.

De P’al sur
De P’al sur

Última puesta de sol en tierras mexicanas, el sol se pone sobre el mar Caribe junto a las ruinas mayas de Tulum, me despido de él practicando yoga sobre la playa, el cielo se tiñe de un rosa intenso, después violeta, después azul, y poco a poco todo se va apagando… mi mente no, es un hervidero de palabras, imágenes y sentimientos; siempre había tenido curiosidad de saber como sería el último día de este Viaje, pues bien, ese día era allí, era así.

De P’al sur

A la mañana siguiente fuimos hacia el aeropuerto, alegres, seguros, una nueva etapa se abría por delante, algo nuevo, desconocido, lleno de aventuras… y en el último momento, una despedida inesperada. Pío, infatigable compañero de aventuras alrededor del globo acababa de decidir que no tenía nada que hacer en Madrid, que se quedaba en México, junto a buena parte de mis sentimientos.

De P’al sur
De P’al sur

Y entonces caminé hacia el avión.

De P’al sur

«Un viaje se hace siempre tres veces: una primera en sueños, en la imaginación, sobre los mapas. Una segunda a lo largo de las carreteras, en viejos autobuses, en estaciones esperando hipotéticos trenes, en albergues polvorientos y en radiantes bosques. Y finalmente una tercera e interminable vez en el recuerdo, en la presencia de instantes que continuarán indefinidamente y que nada ni nadie podrán nunca borrar»

Elisabeth Foch, L’échappée indienne

De P’al sur
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Cambio de rumbo

7 agosto 2012

Dedicado a todas aquellas y aquellos, valientes idealistas,

que un día soñaron con cambiar el rumbo de sus vidas y de la Historia»

Zaragoza, Aragón, España

– día 1.013 + 4 –

Era casi mediodía, la chica del megáfono citaba los nombres, apellidos y número de expediente de los activistas universitarios recientemente asesinados en los estados de Guerrero y Guanajuato, el grupo de teatro escenificaba la brutalidad y el horror, la muchedumbre empatizaba; aquí se terminaba de pintar una pancarta rezagada, allá se repartía información no accesible en los medios masivos, junto a la Escuela de Bellas Artes se tocaba música, se bailaba, se discutía, se reía, se abrazaba… El ambiente era optimista y festivo, lo habían vuelto a lograr. Eran las nuevas generaciones mexicanas, las de la era de la información, las que dejando atrás la apatía y el miedo tomaban de nuevo las calles para luchar por un México diferente, por el México con el que soñaban, por el México que merecían desde hace ya demasiado tiempo…

De Mexico DF-Tepoztlan
De Mexico DF-Tepoztlan
De Mexico DF-Tepoztlan

El contingente de la Facultad de Ciencias se unió al resto de manifestantes en el Zócalo de la Ciudad y juntos marcharon durante horas por las calles del centro, se coreaban conocidos o improvisados eslóganes: “esos son, esos son, los que chingan la nación”, “México, ¡sin PRI!, México, ¡sin PRI!”, “detrás del copetón está el pinche pelón”, “Televisa te hipnotiza, TV Azteca te apendeja”, “si hay imposición, habrá revolución”… todos dirigidos a un objetivo muy concreto: la oposición frontal ciudadana a soportar un nuevo sexenio gobernado por el PRI, un partido político que se mantuvo durante 70 años en el poder durante todo el siglo XX y que no escatimó esfuerzos, dinero y fraudes para regresar al gobierno tras pasar los últimos 12 años en la oposición. Acusado de escándalos de corrupción, violación de derechos humanos (Atenco,2006), manipulación mediática, compra de votos, tráfico de influencias y una ignorancia alarmante, Enrique Peña Nieto se presentaba lanzado por el PRI como candidato favorito para ganar las elecciones convocadas el próximo domingo; y en respuesta a la barbarie y la pasividad, las masas volvieron a salir a las calles una vez más, unidas a pesar de las diferencias, movilizadas a través de redes sociales y sin ser claramente convocadas por ningún sector ni partido político, para luchar juntos y reconocerse en la tercera marcha anti Peña Nieto.

De Mexico DF-Tepoztlan
De Mexico DF-Tepoztlan
De Mexico DF-Tepoztlan

Una vez más, en otro escenario del mundo, la gente tomó conciencia de su futuro, no se CONFORMÓ sino que se INFORMÓ, se indignó, se implicó, creyó en una alternativa diferente a las tradicionalmente impuestas, la creyó realmente, la integró en su corazón, y salió a luchar por ella. ¿Es esto un fenómeno global?

¿Quieres saber más? Pincha estos enlaces:

Introducción al Movimiento YoSoy132

La historia me resulta familiar a lo largo de este último año y medio: Túnez, Cairo, Atenas, Madrid, Nueva York, Vancouver, México DF… ¿será que vamos poco a poco asumiendo nuestra propia responsabilidad política o será que este obsoleto sistema está asfixiando cada vez más a la población hasta el punto de despertarla?

De Mexico DF-Tepoztlan

Lo siento por los amantes de finales felices, este cuento también terminó mal. Pese a todas las movilizaciones, iniciativas personales y comunitarias, pese a todo el trabajo, el sacrificio, el coraje y la inteligencia entregados a la causa; al domingo siguiente, primero de julio, y tras unas elecciones plagadas de altercados e irregularidades, Peña Nieto fue proclamado Presidente de la República Mexicana, dilapidando las esperanzas de la mitad de la población nacional; irónicamente ese mismo día la selección española de fútbol ganaba un campeonato internacional que desvió la atención de millones de personas, y yo tomaba una de las decisiones más difíciles de mi vida: regresaría a España, feliz, satisfecho y lleno de energía, dando por concluido un viaje de casi 3 años de duración lleno de experiencias y aprendizaje. El 19 de julio, aterrizaría en Madrid.

De Mexico DF-Tepoztlan

Pero me estoy adelantando a los hechos. Tan sólo una semana antes y de manera totalmente improvisada, decidí cancelar mi ruta por el centro del país e ir directamente a la ciudad de México en cuanto se me ofreció la oportunidad. El contraste entre la tranquilidad de La Semilla y una de las ciudades más caóticas del planeta no podría ser más escandaloso, y sentía una fuerte curiosidad de saber cómo podría reaccionar una vez allí, ya que cualquier intento de predicción me resultaba ridículamente inimaginable. Es probable que una de las mayores habilidades ganadas durante el Viaje sea la capacidad de adaptación a cualquier medio, y al final el DF se me presentó simplemente como una gran ciudad, de atascos y empujones, pero a su vez atractiva y con una gran oferta por descubrir; un espacio compartido por veinte millones de personas debería ser fascinante por definición, y mi estancia en México me habría resultado un tanto incompleta si no hubiera podido conocer brevemente ese pequeño universo surrealista de su capital. Por otra parte, ni tan siquiera tan sugerente experiencia era mi prioridad en la ciudad.

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Al final la semana transcurriría rápida e intensa: reencuentro con Yolo -quien generosamente me hospedó y mostró su ciudad (de nuevo, gracias)-, mayor conocimiento e involucración en la política contemporánea mexicana, exploración de los diferentes barrios-ciudades que conforman la ciudad, intuyendo la fuerte identidad de cada uno de ellos, visita al Museo de Antropología y a la casa de Frida Kahlo y Diego Rivera, mi primer pulque, arte y activismo, paseos, luchas cuerpo a cuerpo para entrar en el metro en hora punta, lectura, tacos de canasta, reflexiones, horas muertas en los transportes públicos, y una decisión meditada que por sí sóla iba tomando forma…

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Me habría quedado más, mucho más, pero de alguna manera sentí la urgencia de seguir ruta y tomé el camino del sur; me desvié hasta Cuernavaca para hacer una importante entrega a domicilio de la que me había responsabilizado personalmente, era un libro de cuentos que viajaba conmigo desde Vancouver, y la desconocida destinataria era Assela. Ahora sí, sólo tras esta peculiar entrega, tan bien recibida, podía dar por concluido el último de mis proyectos y emprender el viaje hacia España con la conciencia tranquila.

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De todas formas aún quedaban un par de semanas de ruta, y aunque esa fecha en el calendario lo cambiaba todo (y cuando digo “todo” me refiero absolutamente a todo), el Viaje seguía construyéndose e improvisándose día a día; yo acababa de saber que Hersalía -una amiga de Baja California- acababa de instalarse en Tepoztlan, y me pareció una excelente oportunidad para hacerle una visita. No había estado más de una semana en la ciudad-monstruo, pero el contraste de nuevo con la tranquilidad del campo fue altamente agradecido, recibí con una sonrisa a los cerros amurallados, al sonido del río antes de dormir, al olor a humedad, a las sabrosas tortillas de nixtamal, e incluso al tacto rutinario de sacar alacranes de la casa cada noche… y esa afinidad por la tranquilidad del medio rural debería sugerirme algo sobre mis gustos encontrados y la vida que quiero construir…

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Y hablando de tranquilidad, más que calmada fue la semana que transcurrió en ese agradable lugar. Pues tras rendir visita y nuestros respetos al templo del Tepozteco, dedicado a Ometochtli-Tepoxtécatl, dios del pulque, la felicidad y la cosecha, dedicamos el resto de la semana a la cocina tradicional mexicana, la salud, la artesanía y la pintura, disfrutando de una paz y sedentarismo que quizás llevaba más tiempo buscando de lo que había creído…

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Pero lo dicho, ahora tenía un billete de vuelta, justo lo que había pretendido evitar desde que planeé todo este viaje, y tenía exactamente una semana más para cruzarme el otro medio país que me quedaba hasta Cancún, en autostop, una loca carrera a contrarreloj con buenas historias y bonitos encuentros.

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“Cada tic-tac es un segundo de la vida que pasa, huye, y no se repite. Y hay en ella tanta intensidad, tanto interés, que el problema es sólo saberla vivir. Que cada uno lo resuelva como pueda”

(extracto del diario de Frida Kahlo, Coyoacán, Junio 2012)

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Piratas del Mar de Cortés

22 julio 2012

Desde algún lugar del Planeta Tierra…

-día 1002-   ¡¡¡¡1002!!!!

Supe que me iría de La Semilla al siguiente día de haber sentido una felicidad plena e insuperable; y lo supe sin palabras, sin pensamientos, como un fuerte sentimiento que me invadió completamente y me hizo sentir satisfecho, realizado con mi trabajo y feliz con lo que allí había creado; pero al mismo tiempo, como una paradoja indescriptible me sentí triste y nostálgico, pues también supe interpretar eso como el final de una época bonita, de una época de cambio, que traería consecuencias tan grandes que yo mismo ignoraba su magnitud.

De La Semilla
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No perdí tiempo, todo estaba demasiado claro y al día siguiente comencé a visitar las marinas de la región; acababa de pasar un año desde mi anterior experiencia marinera a través del Océano Pacífico, y como otra nueva sorpresa sentí la necesidad de regresar al mar. Sentía también cierta urgencia por alcanzar cuanto antes la otra orilla del Mar de Cortés y resolver ciertos proyectos inconclusos, pero no quería volar, ni tampoco tomar el ferry, quería aprovechar la oportunidad que me volvía a brindar este obstáculo de 300 millas de agua salada. Entrando ya en plena temporada de ciclones y tormentas tropicales no era fácil encontrar un velero que fuera al sur, la mayoría de ellos migraban en dirección contraria, rumbo a la alta California o Canadá… pasé días recorriendo y dándome a conocer en todas las marinas de San José, Cabo San Lucas y La Paz, y el proyecto parecía cada vez más complicado…

De La Semilla
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Pero mi prisa era relativa, y mi “plan”, si es que alguna vez tuve alguno, era terminar en La Semilla todo lo empezado y tomarme después una o dos semanas de balance y reflexión, de tomar el desierto como base para integrar todo lo aprendido poco a poco. Ni modo. El mero día que terminaba mi trabajo allí recibí una llamada de Reguis, un capitán de barco francés, a bordo de un Junco Chino de más de 100 años de antigüedad, navegando en dirección a Panamá, fui a conocerlo, me dijo que saldría al día siguiente, mi cabeza hizo un gesto de afirmación, bienvenido a bordo.

Posteriormente un cúmulo de casualidades (¿de verdad existen o vamos haciendo esfuerzos por crearlas y hacerlas posibles?) hizo que a última hora se apuntaran a la travesía mi buena amiga Sibyl y su hijo Emiliano, completando así la improvisada tripulación. La despedida no resultó menos improvisada, el tiempo transcurrió rápido ese día, reunimos en una cenita rápida y emotiva a todos aquellos que habían formado nuestra familia, rehice mi mochila, levanté la tienda de campaña que durante meses fue mi hogar, coseché verduras para tener algo fresco que comer en alta mar y partimos hacia San Lucas ya bien pasada la medianoche, cuando montamos en el Flying Dragon, la luna creciente iluminaba el fotogénico cabo que separa al Pacífico del Mar de Cortés, nuestra despedida de la Baja California. Cuando el sol volvió a aparecer, repetí una maniobra conocida y casi olvidada: levantamos ancla, alzamos las velas y orientamos la proa en dirección sureste.

De Postsemilla
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De La Semilla
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A partir de ahí los recuerdos se sucedieron con los matices de la novedad: noches de vigilia, amaneceres y atardeceres, delfines y ballenas, tranquilidad y caos, nervios y relax; todo era nuevo, todo era conocido… y si tuviera que diferenciar con un adjetivo este viaje con respecto a aquel lejano Twin Image, éste sería “informal”, en todas sus acepciones; sí, definitivamente este viaje resultó mucho más informal que el anterior, lo que produjo muchas risas, diversión y buenos momentos, algo de nervios y algún que otro susto. Y así, con tanta variedad sensitiva, en tan sólo tres días alcanzamos la bahía de Puerto Vallarta, Estado de Jalisco.

Fueron en total seis meses viviendo en el desierto, acostumbrándome a él, disfrutando de él, sufriendo con él, queriéndolo y odiándolo; así se entenderá que lo primero que me fascinó de aquella costa tropical fue un cielo lleno de nubes de todos los grises, y unas montañas mostrando orgullosas todos sus verdes… regresaba a un mundo de colores cuando mis ojos ya se habían acostumbrado a los tonos ocres y brillantes del desierto.

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La llegada dio comienzo a una etapa de cambios: el Flying Dragon nunca siguió su curso hacia el Caribe, requería de urgentes reparaciones y llegaban noticias de fuertes tormentas que venían desde el Sur, así que Reguis, Sibyl y Emiliaron decidieron instalarse en la hospitalaria bahía, disfrutando de la singular y adorable familia que acababan de formar. Yo me fui poco a poco desvinculando de la vida en el barco y me dediqué a explorar esa exuberante y novedosa costa tropical, cargada de calor, mosquitos, frutas, lluvias y aventura. Y a un ritmo propio de los trópicos, y con ayuda de la gente tan bonita que iba encontrando por el camino – siempre responsables últimos de la difícil y eterna decisión entre quedarme un día más o seguir caminando- creé una breve y dulce rutina de cocos, yoga, piñas, playa, mangos, masaje, papayas y atardeceres; concediéndome al fin ese periodo de reflexión arrebatado en Cabos por la prisa.

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Hasta que de nuevo un día, picado siempre por ese bicho que me obliga a moverme de un lado para otro, agarré mis cosas y me metí montaña adentro, disfrutando nuevamente de la sensación de libertad que sólo el autoestop puede proporcionarme; aunque el día estaba raro: nadie se paraba, la gente hacía señas incomprensibles, el ambiente estaba enrarecido… esperé y esperé al borde de la carretera hasta que horas después Tomás y Luz se detuvieron, una simpática pareja recientemente deportados de Estados Unidos, amantes de los viajes y las aventuras, detractores de la lógica, me invitaron a subir a su carro, me dieron un tour por esa recóndita región (fábrica artesanal de tequila incluida) y me explicaron riendo que sencillamente nadie se paraba ni se pararía en esa hermosa carreterita de montaña porque era una de las rutas más utilizadas por el narco para bajar su carga hacia la costa y no eran infrecuentes los asaltos, las balaceras y las redadas. Ya todo tenía sentido.

Cayó la noche de por medio, la lluvia arreciaba fuerte, y aún faltaba mucha montaña hasta alcanzar los llanos de Guadalajara, era momento de aplicar en la vida los conocimientos adquiridos en la granja experimental de La Semilla, la tienda de campaña fue mi abrigo, la cena los frutos que el bosque y la tierra me ofrecieron, y el agua toda la que me mandaba el cielo, no necesitaba nada más.

De Postsemilla
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Al día siguiente llegaba a la gran ciudad, sintiendo el contraste fuerte con esta vida rural y nómada a la que me había acostumbrado alegremente, pero me dejé contagiar por el caos y entusiasmo que emanaba todo ese nido de gente y volví a romper todos los planes: pretendía visitar con calma una de las capitales culturales más influyentes del país, recorrer los montes y ciudades coloniales de los estados del centro, ascender a los desiertos del norte, bajar a los valles del golfo… en lugar de todo aquello, la misma noche que llegué a Guadalajara me subí a un coche que me transportaba a una realidad bien diferente.

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La Semilla

10 julio 2012

Tepoztlan, Estado de Morelos, México

-día 989-

Esta vez sí he dejado pasar el tiempo sin publicar nada, y sin razón aparente. Creo que llegado un punto uno fluye con el Viaje, a veces se sienten ganas de expresar y compartirlo todo, otras veces se viven momentos más introspectivos. Estos tres meses de “sedentarismo” en La Semilla han supuesto una intensa etapa de aprendizaje y reflexión, un vertiginoso viaje interior sobre un punto fijo del mapa, donde a diferencia de antes, nunca sentí la necesidad de sentarme a escribir sobre ello… hasta ahora.

Todas las flores de todos los días de mañana están en las semillas de hoy”

De La Semilla

Frecuente era el tema a lo largo de todos estos años, mencionado en interminables conversaciones con otros nómadas, y no menos frecuente lo era en conversaciones conmigo mismo… y es que tampoco hace falta salir a dar la vuelta al mundo para darse cuenta de que sufre de problemas serios, basta con leer la prensa de la mañana o dar una vuelta por el barrio; quizá el viaje sólo ayude a cerciorarse de lo que uno ya suponía previamente, a conocer conflictos locales, a ponerlos todos en perspectiva, a relativizarlos.

Y el principal problema de muchos que hemos querido salir a intentar conocer y aprender más de este mundo-nuestra casa, de los que hoy podemos vivir plenamente aquí pero mañana ya veremos dónde, es que el viaje en sí es un antónimo del compromiso con un proyecto concreto. Que del clásico “piensa global, actúa local” nos quedamos a la mitad… si hay suerte.

De La Semilla

Oí hablar por primera vez de La Semilla a 4.000 kilómetros de donde se ubica, cuando un cúmulo de conexiones me llevó a alojar en mi casa al que después sería mi amigo Rai, en una de tantas noches de frío y lluvia en Vancouver. Ya por el segundo té me hablaba de su vasta experiencia trabajando en granjas comunitarias alrededor del mundo, de su diferente organización política, de sus sistemas económicos alternativos, de su potencial social. “No olvides este nombre si algún día llegas a ir por México” -me dijo. Y no lo olvidé.

Ubicado en el extremo sur de la península de Baja California, sonaba a algo como una meta sin competición, sabíamos que estaba ahí, pero no había ninguna prisa por llegar. Poco a poco, disfrutando del camino, Yolotzin y yo recorrimos la Baja, pueblo a pueblo, playa a playa, persona a persona; y sólo cuando intuimos que ya habíamos visto suficiente, sólo entonces llamamos a la puerta.

De La Semilla
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De La Semilla

La Semilla es el resultado de los sueños, las visiones y el trabajo de gente venida de todo el mundo, que de entre el desierto y el mar lograron crear un espacio para ellos y sobre todo, para todos aquellos que aún no conocían y que todavía estaban por llegar. En los últimos dos años, de un extenso terreno invadido por carrizo, decenas de voluntarios crearon una huerta orgánica, un corral de cabras y gallinas, un bosque de frutas comestibles, una cocina-sala de estar, una planta de compostaje, una ducha y baño ecológicos, y un temazcal, entre otros proyectos. Como en una utópica sociedad, cada elemento está relacionado con todo lo que le rodea y permite funcionar al resto, al tiempo que también se nutre de ello (“la cooperación entre las partes y no la competición, eso es la clave” cita Bill Morrison en su manual Introducción a la Permacultura). Nada se desperdicia: los residuos crean la composta que nutre la huerta, los animales se alimentan de las hierbas y cereales que le sacamos, y éstos vuelven a fertilizar la huerta cerrando el ciclo.

No hay gas ni electricidad, ni se necesitan: las verduras se cocinan en la estufa solar o con leña, o mejor: se comen crudas, la ducha se calienta con el sol y con el agua que sobra se riegan jardines accesorios, etc. Por supuesto, también está el trabajo: hay que tener ganas de que el proyecto salga adelante, hay que verlo, hay que creer en él, y se cree con la mente y con el sudor del desierto sudcaliforniano. Y nada de ello existiría si no fuera por la gente que lo hace posible, una sola persona que crea y se esfuerce podría no hacer mucho, o cansarse rápido, pero cuando del mismo modo tu trabajo repercute sobre los demás y el suyo sobre ti, termina creándose un vínculo comunitario, una responsabilidad tácita colectiva, una verdadera motivación tristemente desconocida para muchos. El resultado acaba por formar un modelo político real, autogestionado, entre personas con iguales derechos y responsabilidades complementarias, con la libertad para tomar decisiones y cambiar o adaptar aquello que no funciona o ha dejado de funcionar; y un clima amigable de apoyo mutuo, crecimiento personal, camaradería y amor. En definitiva, una sociedad con todas las necesidades cubiertas.

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El mismo sistema que se aplica en la granja se reproduce a gran escala con el resto de productores orgánicos locales y artesanos de la región: se construye comunidad, una comunidad donde cada uno ofrece lo que produce o lo que sabe hacer para intercambiarlo en el grupo. Así, nuestras verduras u otras habilidades nos permitieron acceder a un mercado alternativo de pan, lácteos, pescado… todo de la mejor calidad, todo diferente de los productos a los que estábamos acostumbrados. Y mucho más: talleres de capacitación, conferencias, sesiones de yoga, masaje, idiomas, música, arte… donde en muchas ocasiones nunca mediaba el dinero y ambas partes salían beneficiadas del intercambio.

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Parece que el sistema funciona, y me da la sensación de que me engañaron de pequeño: me dijeron que para comprar tomates tenía que trabajar duro en cualquier tipo de trabajo (que me gustase o no era irrelevante) para tener una cuenta bancaria de la que poder extraer frecuentemente dinero para ir al centro comercial y tener acceso a unos tomates venidos de lugares remotos, cultivados con unas técnicas poco amables con el medio ambiente y trabajados por una gente con unas condiciones laborales mucho menos amables. El hecho de poder plantarme mi propio tomate, de elegir cómo quiero mi tomate o de poder intercambiarlo por otro producto sin dinero de por medio sonaba directamente arcaico y ridículo.

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Con esto no quiero insinuar que abandonemos todos nuestros caminos y nos vayamos al campo a sembrar, o que nos vayamos a vivir a una comuna al margen del sistema establecido; sino simplemente compartir una experiencia de un modelo de vida diferente que me ha resultado realmente enriquecedora. Es muy probable que no me dedique a ello durante el resto de mi vida, o al menos, que no sea mi actividad principal; pero al mismo tiempo agradezco profundamente la posibilidad de haber vivido esta vida por un tiempo; de conocer, experimentar e integrar en mí las bases de nuestra existencia humana, nuestro origen. Al final, me parece importante el saber hacer de todo un poco, saber hacerlo por mí mismo, y sobre todo, ser consciente de que este mundo tan mal repartido en el que nos ha tocado vivir, este sistema político y económico que beneficia a tan poquitos y pisotea a una gran mayoría, depende totalmente de nosotros-consumidores, y no al revés, como siempre nos han hecho creer.

Tómenlo como broma o como amenaza: “Relaje un poco, señor Carrefour, le advierto que sé plantarme mi tomate”.

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Quizás otra reflexión de todo este tiempo, y es un tema sobre el que ya he incidido alguna otra vez en este blog, es lo poquito que realmente necesitamos para ser felices. En una sociedad tan llena de cosas materiales y estímulos sensoriales, una vida sin electricidad, aparatos electrónicos o compras compulsivas nos da lástima y la asociamos a la extrema pobreza; en lugar de considerar sólo por un instante que a veces nos concedemos un festín de placeres superficiales para paliar unas necesidades personales mucho más profundas y reales, imposibles de conseguir en los supermercados, pero accesibles en lugares donde nunca buscamos.

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Por último, en una era donde se impone el pragmatismo, la explotación de los recursos y el beneficio de nuestro trabajo por encima de todo, me ha parecido un gran ejercicio y experimento el practicar exactamente lo contrario. Trabajar a un ritmo mucho más agradable, más inteligente y más respetuoso aún sabiendo que nunca llegaré a ver los frutos de mi esfuerzo, que serán las futuras generaciones de voluntarios las que se beneficiarán de ello, al mismo tiempo que yo me beneficié de todo el trabajo que hicieron los que por ahí pasaron antes que yo. Y de esa semilla de cambio, cambio de concepción de una sociedad, cambio de las relaciones personales y laborales, cambio de las relaciones con la naturaleza y cambio de la relación con nosotros mismos, sí me parece que podamos cosechar los frutos que, con esfuerzo, el mañana podría generar.

De La Semilla
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“También será posible

que esa hermosa mañana,

ni tú, ni yo, ni el otro,

la lleguemos a ver,

pero habrá que empujarla

para que pueda ser”.

(José Antonio Labordeta)

De La Semilla